Nueva carta de Antonio y Ana desde el Hogar de Belén

Os dejamos esta carta de nuestros amigos Antonio y Ana. Nos dicen que no saben qué título ponerle, que se trata de una experiencia intensa y extraña. Después de darle muchas vueltas, hemos pensado que un buen título podría ser "Sembrar tu Amor en el corazón de los hombres
¡Qué difícil estar, tener presencia, acompañar, en algunas situaciones! ¿Dónde está el equilibrio?, ¿hasta donde  amar? ¿Hasta dónde perdonar?

De un lado: “Amar al desvalido”
Año y medio acompañando a la víctima, a la niña violentada, a la que de golpe enterró su infancia para siempre. Reconstruyendo heridas en el alma, enseñándole a alzar la cabeza, a no tener vergüenza, a mirar al frente  evitando volver atrás, sembrando en su nueva vida amor, perdón, alegría, amistades; abriéndole nuestras vidas, haciéndole protagonista de otros procesos similares, invitándole a entender que las heridas se sanan mejor ayudando a otros y no odiando o recordando los momentos de dolor, de humillación. Haciéndole ver que la venganza no cura ni sana, sino que crucifica más aún el alma torturada.
¡Cuántas horas de compartir, de reflexión, de escucha, de desahogo, de corazón! ¡Tantos temas por hablar! El qué dirán, la familia, los padres, los vecinos, la familia del agresor, el juicio, el peritaje médico, la versión, el colegio, los compañeros y compañeras. Todo un calvario, un vía crucis que el mismo sistema judicial impone por el simple delito de ser “víctima”.
Te admiro hija, admiro tu capacidad de escuchar, de confiar y contrastar, de estudiar, de querer superar esta ruptura interna. Eres generosa y noble, buscas la verdad y aunque en tu adolescencia te revelas contra Dios por no impedir lo que te ocurrió, luchas por no odiar, por centrarte en tu nueva realidad. Te quiero hija y cada uno de los miembros de esta familia también te quiere y añora ahora que has vuelto a tu casa.
No fue Dios quién te dañó, pues Él, encarnado en ti, también sufre con tu sufrimiento. Somos nosotros, los seres humanos los que nos dañamos queriendo o sin querer, los que destruimos el amor y construimos el desamor, el odio, el rencor. Somos capaces de lo mejor y de lo peor.

De otro lado: “Amar al que te hace mal” 
Desde nuestro compromiso con los presos, con los condenados, con los que un día se equivocaron; y por petición de su padre, que quería pasar ya la página y poder vivir en paz, me acerqué a él, el malo, al agresor,  quien dañó la fragilidad de una vida que comenzaba a surgir.
En su desconfianza y recelo, cambió dos veces el lugar de la cita, temía una encerrona, al final donde él quiso y con sus condiciones, frente a frente, queriendo yo construir desde el perdón y el arrepentimiento. En sus ojos: miedo, temor, coraje,… no encontré amor. Conversamos por más de tres horas, poco a poco la tensión aflojó y surgieron los sentimientos. A pesar de ser el agresor había rencor por la denuncia, por el juicio, por la posible condena, por los insultos de la familia de la agredida, por una golpiza recibida. Me relató  año y medio de cuentas amontonadas contra unos y otros. ¡Qué difícil razonar e intentar hacer comprender lo que no es razonable! El ataque como defensa de un error evidente y que ni él mismo aún, sabe perdonar ni justificar.
Pusimos las pautas para comenzar un acercamiento, todos en el fondo queremos vivir en Paz, sin temer el odio o la venganza de nadie. Condiciones difíciles de negociar, ¿cómo poner condiciones al ofendido? ¿Cómo conseguir las disculpas del agresor? ¿Cómo acercar los polos opuestos? Al final  tuve que encararlo y pedirle valentía. Para que haya acercamiento y perdón hay que arrancar de la verdad  y del querer cambiar, del pasar la página, y por supuesto del pedir perdón. Surgió la duda otra vez, una parte podía darse, pero la otra todavía no, “las heridas aún duelen”. Horas de tira y afloja, de conversación profunda, de hablar de lo nunca hablado,… tocó la hora de la despedida, ahora sí, en sus ojos había respeto y quizás, hasta algo parecido al Amor.
Y en medio de esta historia de dolor:
Estas tú mi buen Dios, pidiéndonos amar a todos y sembrar tu Amor en el corazón de los hombres. ¡Qué difícil estar! ¿Dónde el equilibrio, hasta donde el amar? ¿Hasta dónde perdonar?
Lo peor es que nos has enseñado con tu vida a quererlos a los dos y se acerca el día en que uno de los dos se sentirá agraviado por la justicia de los hombres. Entonces habrá que estar compartiendo el momento, queriéndolos a los dos y como una buena madre consolar al que  quedó maltratado  y herido, al más débil, sin dejar de amar al otro.




Antonio García (desde Ecuador)